miércoles, 18 de junio de 2014

No, I don't. It's true.



Esta es para ti:
~·~

Quiero, cuando estemos libres de las notas, al menos por un tiempo, hacer algo nuevo.

Quiero pedirte que juntes tus párpados, tomar tu mano y llevarte a nuestra historia, el gran viaje. 

Que lleves puesto un pantalón azul marino, que vayas descalzo, una camisa semiabierta y yo a tu costado, lleve el vestido azul caribe que algún día encontraré, y el cabello muy suelto. Y no olvides llevar tu sonrisa.

Abre los ojos.

Quiero ver la película de nuestra vida, de cómo dos niños se convirtieron en jóvenes, ponerle “pausa” a la pantalla y rodear tu cuerpo con mis brazos mientras vemos esas partes más bonitas de lo que tú y yo construimos, sin saberlo. Pasar mis dedos por tu cabello y… quedarme callada, porque aún no es momento de hablar. 

Ahora que estamos sólo los dos, te podría decir que este es un viaje infinito. Que, cuando levanté la mirada a mis 13 y me encontré contigo, no esperaba algo. Cuando te volví a mirar, lo seguí haciendo cada vez que pude, que cuando tú lo notaste y no bajaste la mirada, que cuando lo entendimos, las canciones más lindas comenzaron a sonar.

Entonces, podría tomar tu rostro entre mis manos, detenerme a sentir tu linda y suave piel con las yemas de mis dedos, ver que se ha vuelto de noche y que podemos ver todas las constelaciones, que la luna nos acompaña e ilumina, que tu piel brilla como diamantes y es cálida, como cuando la toqué por primera vez.
Y cuando mis manos lleguen a tus labios, que se frunzan besándolos, y luego me sonrías como solo tú sabes hacerlo.

No, aún no quiero que me beses. 

Por ahora quiero que sigamos viajando. Pero que sea como cerrar los ojos, suspirar y mover los pies, llegar bailando a ese lugar donde podemos echarnos al pasto, escuchar el río cantar, ver la noche, el amanecer, el atardecer, cuando queramos. No tiene por qué terminar. 

Es verdad que pasa en nuestras mentes, pero eso no significa que no sea real. (citando a HP).

Quiero, en una de esas noches, tomar tus manos y poner una sobre mi corazón y la otra en mi frente. Así diría yo que puedes saber lo que pienso, cómo siento lo que vivo, cómo te veo, mi amor. 

Te pondría de pie y le daría “play” al equipo de música que aparece a nuestro costado, y sonaría una canción que aún no existe, que ni tú ni yo conocemos, pero que es perfecta para el momento, para el viaje.
Dame la mano.
Puedes guiarme, es mejor así al bailar, y no olvides que me gustan las vueltas.
Y cuando llegara el momento de abrir los ojos, tomaría tu mano, la cerraría fuerte y te diría: esto es lo que me haces sentir.

No siempre, porque varias veces es todo lo contrario.

Pero, hay algunos días en los que olvido todo lo malo que vimos, lo que aprendimos, lo que prometemos y rompemos, que al momento tienen sentido y a veces luego no, aquello que nunca será más que nosotros.
Y escucho a Dios diciendo “confía en él”, siento que pone su mano sobre las nuestras, y le pido siempre que seas tú y solamente tú.

Esos momentos, etéreos, mágicos, tan fríos y cálidos, tan brillantes, tan estelares, maravillosos, míticos, nuestros, esos momentos son los mejores. 

Confiar en ti, y que tú confíes en mi. Poder jugar a ser Atlas, y afirmarte que no dejaré que caigas.

Al despertar, juntos ahora pero separados por las calles y personas en nuestros días más ocupados, sabremos que siempre, siempre podemos descansar juntos al viajar, mientras los sueños se almacenen en las almohadas, y cada vez que peguemos la cabeza en ellas, el hilo rojo que nos une nos hará despertar en el viaje, ese que nos hace vivir más que en el día y que nos hace descansar más que en la noche.




¿Será todo eso, amor, mi amor?